CORTESIA VS DESCORTESIA: UN MODELO LITERARIO
In Quaderns de Filologia. Estudis Literaris VI. (C.Gregori, et al. eds.) Facultat de Filologia. Universitat de València. 2001. pp.245-243. ISBN: 84-370-5143-6. ISSN: 1135-4178.
A.Emma SOPEÑA BALORDI
El egoísmo inspira tal horror
que hemos inventado la cortesía para esconderlo.
(Schopenhauer)
A David
y su aprendizaje de la cortesía
0 – Introducción: concepto de cortesía verbal.
Según la etimología del término, el origen de la cortesía debemos descubrirlo en la vida de la corte. («cortesía» de «cortés», «corte», del latín, «cors», «cortis», «cohors», «cohortis», cohorte). En las culturas occidentales, a fines de la Edad Media los cortesanos empezaron a distinguirse del pueblo llano creando un sistema de modales que sirvió de pauta social distintiva en las formas de comportamiento público y privado. En francés utilizamos el término «politesse», que etimológicamente hace referencia a «pulir», redondear ángulos, los engranajes de la conversación cotidiana, con el fin de evitar roces entre los interlocutores. La descortesía tiene un poder destructor tan poderoso que resultaría imposible vivir en una sociedad sin modales. El respeto de las reglas de la cortesía deriva más de un principio de racionalidad que de una ética altruista. Cuando obervamos un intercambio lingüístico podemos apreciar dos tipos de actitudes: o el predominio del yo o la consideración hacia el alocutario. Bally ya hablaba de este fenómeno cuando explicaba (1951) que los dos polos entre los que oscila la expresión hablada son la predominancia del yo o la de los sujetos extraños al yo. Pero la deferencia hacia el interlocutor puede ser auténtica, es decir nacer de impulsos desinteresados, o bien puede perseguir el propio interés del hablante aunque aparentemente persiga el del alocutario. La más inofensiva conversación delata huellas inconfundibles de un «enfrentamiento» de los interlocutores, porque de una manera u otra están poniendo en juego el instinto de conservación.
Entenderemos la cortesía como un conjunto de normas sociales, establecidas por cada sociedad, que regulan el comportamiento de sus miembros adecuado a cada circunstancia. Así pues, lo que se ajusta a las normas es considerado cortés, en tanto que lo que no se ajusta es sancionado como descortés. La cortesía verbal debe ser entendida en un sentido amplio, en tanto que el término recubre un campo semántico extenso desde las normas lingüísticas más elementales de urbanidad hasta lo que se viene en llamar deferencia, tipo particular de cortesía cuya característica esencial es la de reflejar la jerarquía de los participantes, y manifestar una subordinación simbólica. La deferencia y la cortesía no utilizan sin embargo los mismos recursos lingüísticos puesto que los de la cortesía son más diversificados (e.g.utilización de la formulación indirecta), en tanto que los de la deferencia están más codificados, más gramaticalizados, aunque evidentemente podemos encontrar formas no gramaticalizadas de deferencia y formas gramaticalizadas de cortesía (las consabidas fórmulas de cortesía ). Asimismo un enunciado oscila entre ser cortés – neutro – descortés; en cortesía existe la gradualidad, se debe partir de una concepción escalar de la cortesía, «There is some kind of a continuum of politeness rather than politeness being a dichotomous notion». (Fraser & Nolen 1981: 97).
Como lingüistas, disociaremos los comportamientos lingüísticos de las restantes formas de comportamiento humano, por lo que no retendremos en nuestro estudio más que lo que se ha venido en llamar la cortesía verbal o lingüística, es decir la que se inscribe en las producciones discursivas. Partiendo de la consideración de que la comunicación verbal es una actitud intencional de un locutor (L) dirigida a lograr un determinado objetivo en relación con un alocutario (A), convendremos en que un uso adecuado del lenguaje constituirá un elemento determinante para el éxito del objetivo perseguido. Dicha adecuación se refiere no solamente a las intenciones de L sino a la categoría y al papel social de A, por lo que aquél deberá utilizar convenientemente los recursos lingüísticos con el fin de mantener una relación cordial, y muy especialmente cuando exista un conflicto entre los objetivos de L – A. «Politeness can be defined as a means of minimizing the risk of confrontation in discourse (…); politeness strategies are designed specifically for the facilitation of interaction.» (Lakoff 1989: 102). La cortesía tiene como función por lo tanto «to maintain the social equilibrium and the friendly relations which enable us to assume that our interlocutors are being cooperative in the first place.» (Leech 1983: 131). Se analizarán como elementos de cortesía verbal aspectos regidos por ciertas reglas (no siempre ritualizadas o estereotipadas) que intervienen en las relaciones interpersonales, y que tienen como función la preservación del carácter armonioso y cordial de dicha relación, y la neutralización de conflictos potenciales. Brown y Levinson parten de la idea de que toda sociedad tiene que controlar la agresividad de sus miembros, y contrarrestarla para que existan una relaciones sociales adecuadas. Pero la comunicación busca la máxima eficacia, y está sujeta al Principio de Cooperación de Grice; un locutor se aparta de este principio cuando tiene una razón de peso para hacerlo: la cortesía – la necesidad de mantener las relaciones sociales adecuadas – puede ser una de estas razones. En este sentido, «la cortesía puede entenderse también como un conjunto de estrategias conversacionales destinadas a evitar o mitigar dichos conflictos.» (Escandell, 1996: 139). La cortesía, como estrategia, depende de los supuestos previos que L ha adquirido acerca del comportamiento socialmente adecuado. Por lo tanto, el efecto cortés depende de normas culturales específicas y de su adecuación a ellas. L puede decidir si un enunciado es cortés o descortés si ha aprendido qué es cortés o descortés en su cultura; se trata por lo tanto de conocimientos de naturaleza cultural. Los miembros de culturas diferentes desarrollarán, en consecuencia, representaciones diferentes, que determinarán tanto la interpretación de los mensajes como su propio comportamiento. Este conjunto de conocimientos lingüísticos adquiridos es lo que se denomina cortesía social, y comprende expresiones convencionales o ritualizadas, así como parámetros como la identidad social de A, la función social, etc., conocimientos que deberán tenerse en cuenta en el momento de construir el enunciado, por lo que «comportarse cortésmente no es una capacidad natural, sino una destreza que se logra como parte del proceso de socialización (…) La cortesía es, sobre todo, una cuestión de adecuación social: ser cortés es comportarse de acuerdo con ciertas normas culturales. Un comportamiento correcto es consecuencia del dominio de los principios básicos y los parámetros de categorización social que operan en una cultura.» (Escandell 1998: 19-20). La cortesía es una forma de adecuación, de seguimiento de las convenciones establecidas, por lo que el enunciado ajustado a ellas se presenta como no-marcado; es precisamente el que se desvía de ellas el que capta la atención por su «anormalidad». Si esta desviación se produce entre miembros de una misma cultura, la ruptura de las reglas se percibe como falta de educación (tanto si la desviación es intencional como si no lo es), en tanto que si se trata de una comunicación entre miembros de culturas diferentes, se aprecia en términos de estereotipos culturales. Las sociedades clasifican a sus miembros en estamentos, y la clasificación que recibe un miembro depende de dos tipos de rasgos: sus propiedades macrosociales (características: edad, sexo, posición familiar, etc., y propiedades adquiridas: rango, título, posición social, etc.), y su actuación individual. A partir de esta clasificación, cada cual debe tratar a los demás de acuerdo con la posición que ocupa dentro de la escala social, y esta situación no puede cambiarse mientras no se den las condiciones necesarias, por lo que toda modificación no justificada acarrea inmediatas consecuencias sociales.
Así pues, la cortesía ha sido estudiada como un tipo de conocimiento adquirido tanto de las fórmulas convencionales y ritualizadas usadas en las interacciones sociales, como de los parámetros necesarios para realizar y evaluar correctamente los intercambios sociales. La categorización social de A (categorías adquiridas como las que se asignan en virtud de la profesión, la función social, etc.) y sus propiedades inherentes son factores que determinan el uso lingüístico y que están sujetos a variaciones culturales. Cada cultura tendrá por lo tanto sus propias conceptualizaciones acerca de las situaciones y de las relaciones personales.
I – La cortesía verbal como teoría lingüística.
La teoría de la cortesía lingüística pretende ser una aproximación interactiva y social al lenguaje. Como teoría lingüística, la cortesía fue presentada por vez primera en 1978 por Penelope Brown y Steven Levinson en su artículo titulado «Politeness: Some Universals of Language Use». Este trabajo fue reeditado como libro en 1987. Pero los primeros indicios de la necesidad de desarrollar esta teoría aparecen en 1969 cuando Grice admite la existencia de otros principios conversacionales relacionados con la cortesía, y cuando Searle (1972) afirma que el principal motivo por el que un hablante es indirecto al hablar es el de ser cortés. A partir de ahí surgen modelos teóricos como el de Lakoff (1973), Fraser y Nolen (1981) y Leech (1983). Se podrían esquematizar las aproximaciones teóricas a la cortesía lingüística de la siguiente manera:
A- las teorías que toman como punto de partida el Principio de Cooperación de Grice (1975): Lakoff (1973, 1989), Leech (1983)
B- el modelo de cortesía lingüística de Brown y Levinson (1978, 1987)
C- el estudio de la cortesía de Fraser y Nolen (1981)
D- la relación entre cortesía y relevancia (Sperber & Wilson 1986)
A- Partiendo del Principio de Cooperación de Grice (1967, 1975)
Según Grice existen, además de las cuatro máximas que forman el Principio de Cooperación (cantidad, calidad, relación, modo), otras máximas como la de ser cortés que son utilizadas en los intercambios lingüísticos. R.T.Lakoff (1973) adoptó las Máximas Conversacionales de Grice para analizar la cortesía lingüística, y propuso dos reglas básicas que pretenden conseguir que A se sienta bien: ser claro – que se refiere al principio de cooperación -, y ser cortés – que se refiere a la relación social entre los interlocutores, entendiendo la cortesía como medio empleado para evitar la ofensa o el conflicto entre los mismos. Leech (1983) parte igualmente del Principio de Cooperación de Grice; el Principio de Cortesía que propone tiene dos formas: en su forma negativa se orienta a minimizar la expresión de comportamientos descorteses, y en su forma positiva a maximizar la expresión de comportamientos corteses. Este principio mantiene el equilibrio social y las relaciones amistosas que permiten que los hablantes asuman que sus interlocutores son cooperativos. Según la situación, se impondrá el Principio de Cooperación o el Principio de Cortesía (e.g. en situaciones de emergencia prevalece ser claro y conciso). Este Principio de Cortesía consta de unas Máximas (Leech 1983) – cada una de ellas con una doble vertiente positiva / negativa – (tacto, generosidad, aprobación, modestia, acuerdo, simpatía). La cortesía negativa minimiza la descortesía de las ilocuciones descorteses, y resulta imprescindible para mantener las buenas relaciones; su principio es molestar lo menos posible, y suavizar al máximo los ACIs (Actos contra la Imagen, v.infra) que no haya más remedio que realizar; se refiere a las máximas I y II. La cortesía positiva maximiza la cortesía de las ilocuciones corteses, y es secundaria; su principio es producir el mayor número de anti-ACIs (cumplidos, etc.); se refiere a la máxima III. Leech distingue igualmente entre cortesía absoluta, inherente al contenido proposicional del acto de habla, y cortesía relativa al contexto o situación en el que se sitúa el acto de habla. De esta manera, Leech clasifica los actos inherentemente descorteses (e.g. órdenes) y los inherentemente corteses (e.g. ofrecimientos). Por lo cual, según su fuerza ilocutiva, un enunciado requerirá diferentes clases y grados de cortesía. Y mantiene que existen cuatro intenciones ilocutivas principales en su relación con la cortesía:
1- actos competitivos: que entran en conflicto con la cortesía (i.e. ordenar, pedir) y requieren el uso de cortesía negativa con el fin de reducir el desajuste entre lo que L pretende conseguir de A y lo que éste puede o quiere realizar
2- actos sociales: que apoyan la cortesía (i.e. ofrecer, invitar, agradecer) que suponen un beneficio para A y un coste para L que debe utilizar cortesía positiva
3- actos en colaboración: que son indiferentes a la cortesía (i.e. afirmar, anunciar, informar), en ellos no hay un desequilibrio entre coste y beneficio para los interlocutores
4- actos conflictivos: dirigidos contra el mantenimiento de la relación interpersonal entre los interlocutores (i.e. amenazar, acusar) en los que desaparece la cortesía, aumentando la distancia entre los interlocutores y/o destruyendo las relaciones sociales.
La descortesía es una violación del contrato conversacional basado en los derechos y obligaciones que los interlocutores se conceden mutuamente. Los actos descorteses prototípicos son los que denotan un estado psicológico negativo de L respecto a A (insultar, despreciar, etc. ). No pueden efectuarse mediante locuciones performativas sino que deben ser definidos de acuerdo con los efectos perlocutivos que L pretende producir (cf.ni siquiera al decir «te desprecio» se puede provocar incondicionalmente el efecto perlocutivo deseado).
Lakoff (1989) propone una diferenciación entre cortesía, comportamiento no cortés y descortesía o rudeza. Los enunciados corteses son conformes a las reglas de la cortesía, sean o no esperados en un tipo particular de discurso; los enunciados no-corteses no son conformes a las reglas de la cortesía, y son utilizados cuando la aplicación de éstas no es esperada; los enunciados descorteses no utilizan las estrategias de la cortesía, y al ser ésta esperada son interpretados como un enfrentamiento intencional. Esta diferenciación permite analizar el comportamiento lingüístico dependiendo del tipo de discurso, teniendo en cuenta que no se pueden analizar todos los tipos desde la dualidad cortés/descortés, puesto que hay que considerar el comportamiento no-cortés (cf.discurso informativo). Kasper (1990) asocia el comportamiento cortés y el no cortés a las normas sociales aprobadas en las interacciones verbales, que compensan el conflicto potencial que puede suponer un intercambio conversacional, y establece la distinción entre descortesía no intencionada e intencionada, estableciendo en esta última tres tipologías, la que se debe a la falta de control de las emociones (expresión incontrolada de alegría o enfado que puede ser percibida por el entorno como descortesía), la estratégica (que se corresponde con el comportamiento no cortés según Lakoff (1989), y la irónica (subtipo de rudeza estratégica al ser deliberada y tener un objetivo determinado). Leech (1983) habla de un tipo de descortesía que denomina mock-impoliteness (decortesía simulada) en la que el contenido proposicional de los enunciados descorteses son falsos siendo tomados por A como una broma por lo que se crea una solidaridad entre los interlocutores.
B- El modelo de cortesía de Brown y Levinson (1978,1987)
Este modelo defiende la universalidad de la cortesía como principio lingüístico regulador del equilibrio interactivo social. Considera que la comunicación es un fenómeno social, y que L puede no seguir el Principio de Cooperación de Grice por mantener una actitud cortés. Sus premisas fundamentales son el concepto de racionalidad, según el cual cada individuo posee un modo de razonamiento que le conduce de los fines que persigue a los medios necesarios para intentar conseguir dichos fines, y el concepto de face (imagen). El origen de este concepto como categoría pragmalingüística se remonta a los trabajos de Goffman (1967). En relación con los actos exhortativos, este lingüista considera que su finalidad es pedir permiso a A para infringir los derechos que éste tiene de actuar autónomamente. Cada individuo desea tener una imagen pública – un cierto prestigio – y quiere conservarlo. Esta actitud está ligada a la cortesía. De la necesidad de salvaguardar esta imagen pública se derivan todas las estrategias de cortesía. Los individuos que componen la sociedad saben que esta imagen es vulnerable, y Brown y Levinson consideran que el contenido proposicional de la mayoría de los actos de habla daña la imagen positiva o negativa, propia o ajena. La imagen negativa, correspondiente al término de Goffman territorios del yo (corporal, espacial o temporal, bienes materiales y cognitivos), es la necesidad del individuo de que sus acciones no se vean impedidas o entorpecidas por los demás, de tener libertad de acción, de dominar el propio territorio, etc.). Existen cuatro estrategias para realizar un acto de habla que amenaza potencialmente la libertad de acción de A : 1.- realizar el acto directamente sin mostrar cortesía, 2.-realizarlo mostrando cortesía positiva, 3.- realizarlo mostrando cortesía negativa, o 4.- realizarlo indirectamente. La imagen positiva o necesidad del individuo de que sus actos sean compartidos y aprobados por el entorno, de ser apreciado por los demás, corresponde al narcisismo, al conjunto de imágenes valorizantes que los interlocutores construyen e intentan imponer de ellos mismos en las interacciones verbales. Cuanto más se valoriza la imagen positiva de A, más se amenaza su imagen negativa y viceversa.
Relacionado con el concepto de imagen se analizará el de FTA (Face Threatening Acts = Actos Contra la Imagen ACI). Salvaguardar la propia imagen o la imagen ajena resulta imposible en todos los casos, puesto que cualquier interacción humana está compuesta por actos cuyo contenido proposicional merma la imagen. Todos los individuos tienen su imagen pública y quieren mantenerla a salvo. El buen funcionamiento de las relaciones sociales exige el mantener a salvo la imagen de los demás. Pero hay acciones que crean conflictos de intereses poniendo en peligro la imagen pública, y L tratará de suavizar el potencial amenazador mediante la cortesía. Los ACIs se clasifican según afecten la imagen positiva o negativa de A o de L (e.g. una orden y un insulto merman la imagen negativa y positiva de A respectivamente, mientras que el agradecimiento y la disculpa merman las de A). Desde esta perspectiva se pueden repartir los actos verbales en cuatro categorías:
1- actos que amenazan la imagen negativa de L: como el ofrecimiento o la promesa, que pueden dañar en el futuro el propio territorio.
2- actos que amenazan la imagen positiva de L: como la excusa, la confesión o la autocrítica, que pueden considerarse como degradantes en cierta medida para L.
3- actos que amenazan la imagen negativa de A: como las preguntas indiscretas por demasiado personales, o las órdenes, las peticiones, las prohibiciones o los consejos.
4- actos que amenazan la imagen positiva de A: actos que ponen en peligro el narcisismo de A, como la crítica, la refutación, el reproche, el insulto, la burla, etc.
Los dos primeros tipos de actos se pueden considerar como auto-amezadores, por lo tanto en el estudio de la cortesía son más pertinentes los actos que amenazan las imágenes de A puesto que la cortesía se refiere a la actitud de L hacia A. Desde la perspectiva de los actos amenazadores, la cortesía se muestra como un medio de conciliar el deseo natural de preservar la imagen con el hecho de que la mayor parte de los actos verbales son potencialmente amenazadores para una de las imágenes.
C- El modelo de Contrato Conversacional de Fraser y Nolen (1981)
Partiendo igualmente del Principio de Cooperación de Grice (1975), consideran que cuando los interlocutores se disponen a conversar, tienen en cuenta una serie de derechos y obligaciones que determinan los límites de la interacción, pudiendo ser convencionales (e.g. orden de turno de palabra), o bien determinados por conversaciones anteriores de los interlocutores, o bien por la situación. Estos factores forman lo que denominan Contrato Conversacional que es un proceso interactivo negociable; ser cortés significará cumplir con este contrato. Hay un punto en que coinciden Fraser y Nolen y Brown y Levinson: la elección de la forma lingüística está determinada por la apreciación de L de su responsabilidad hacia A, así como de los factores contextuales. Las normas de cortesía determinan el estilo de la interacción verbal, pero no afectan al contenido proposicional de lo que se comunica; el expresar cortesía no es un acto autónomo sino que se trata de reglas regulativas que ajustan formas de comportamiento. La comunicación verbal se puede dar sin la aplicación de las normas de cortesía, pero al precio de violar las convenciones inherentes a los buenos modales. Las normas de cortesía difieren profundamente de las reglas gramaticales que son reglas constitutivas, por lo que la comunicación sería imposible si no se basara en un sistema de reglas formales que determinan la estructura del mensaje lingüístico.
D- Cortesía y relevancia (Sperber & Wilson 1986)
Los modelos anteriormente comentados coinciden en que L debe seguir las máximas del Principio de Cooperación de Grice si pretende que la transmisión de la información sea eficaz; cuando se violan, el alocutario debe realizar un proceso inferencial si quiere restablecer la racionalidad. En estos enfoques, la cortesía se explica en términos de inferencia, por lo que el efecto cortés de un enunciado se produce por una implicatura. Según Brown y Levinson (1987) los actos de habla indirectos, que son universales, tienen su principal razón de ser en las funciones de cortesía que desempeñan. Pero en la Teoría de la Relevancia de Sperber y Wilson (1986) no aparece ningún tipo de máximas que deban ser respetadas o puedan ser violadas, ni tampoco la noción de acto de habla indirecto. Sólo existe el Principio de la Relevancia según el cual toda comunicación se presupone relevante, dándose por supuesto que merece la pena procesarla, es decir que L considera que conseguirá un nivel satisfactorio de efectos cognitivos. Para lograrlo, A procede a una selección entre los supuestos. La cortesía depende de los supuestos previos que el individuo ha adquirido acerca del comportamiento socialmente adecuado en el marco de su cultura, es decir de la existencia de una norma cultural específica. Para distinguir entre lo cortés y lo descortés hay que haber aprendido lo que es considerado como cortés y descortés en la cultura en cuestión, ya que estos conocimientos no pueden inferirse de principios racionales universales, se trata de conocimientos de naturaleza cultural.
La diferencia entre las tres primeras vertientes de análisis expuestas (A, B, C) y la que nos ocupa (D) estriba en que en aquéllas, la cortesía lingüística era contemplada como un tipo de enunciado que se aparta del principio que regula la transmisión eficaz de la información. En cambio, en esta vertiente, se establece que los enunciados corteses utilizan idénticos mecanismos, y siguen las mismas etapas inferenciales que el resto de los enunciados utilizando un conjunto de supuestos culturalmente determinado. Las diferencias que se producen en las interacciones se contemplan como diferencias en el contenido de las representaciones que el individuo almacena en su conocimiento, puesto que nuestro comportamiento social refleja un conocimiento almacenado. Comportarse siguiendo las normas corteses establecidas por una sociedad no procede de una capacidad natural sino de una destreza.
II – Análisis del corpus
A la luz de los estudios anteriormente comentados, procederemos al análisis de algunos actos lingüísticos repertoriados en un texto de G.Courteline (1858-1929), Messieurs les ronds-de-cuir (1893) que presentan un acentuado carácter cortés / descortés dentro de un discurso marcadamente cómico. La novela se centra en la vida de unos funcionarios de un Ministerio en París. En esta panoplia encontramos al anciano ordenanza que nunca ha dado golpe, pero que se cree con todos los derechos por los años de servicio, al funcionario con ganas de mandar, al jefe de sección que no se entera de gran cosa, etc. Los personajes que aparecen en los actos seleccionados son los siguientes: Lahrier, funcionario joven y poco trabajador, M.de la Hourmerie, su jefe, M.Nègre, el Director, y Soupe, el anciano empleado.
Nuestro propósito en la selección ha sido analizar actos verbales en los que se amalgaman cortesía y descortesía, así como aquellos actos corteses que vienen a «arreglar» una situación conflictiva, o los que no queriendo ser directamente descorteses, «mencionan» la descortesía de A.
1- Je vous demande pardon, monsieur, dit-il avec une déférence souriante; il y a deux heures que je suis ici et cet imbécile d’Ovide songe seulement à m’avertir que vous m’avez fait demander. (32)
Lahrier, estereotipo del funcionario de Ministerio, intentando escabullirse en todo momento de sus obligaciones con mil pretextos, se dirige al despacho de su superior, M.de la Hourmerie, al haber sido requerido por éste. El recado le ha sido transmitido por Ovide, el ordenanza.
En este micro-acto, es decir acto verbal como réplica aislada de L, apreciamos un ACI contra la imagen negativa del propio L, la excusa, en la que éste indica que, a su parecer, él debía hacer una acción que A esperaba que hiciera de una determinada manera (acudir rápidamente al requerimiento). Según las intenciones ilocutivas establecidas por Leech (1983), nos hallamos ante un acto social (la excusa) que supone un beneficio para A y un coste para L. El ACI va acompañado por un comentario descriptivo del enunciador que incluye dos elementos de refuerzo a dicho acto, uno respecto al contenido y al tono de voz, y otro respecto a la gestualidad (déférence, es decir consideración muy respetuosa, y souriante).
Insertado en este ACI encontramos otro en forma de insulto (imbécile) que indica que L evalúa de forma negativa un aspecto de la imagen positiva de alguien, en este caso ausente del contexto, lo cual le sirve a L como auto-disculpa.
2- Et à quoi dois-je, à cette heure inopinée, l’avantage de votre visite? (96)
En este irónico acto verbal, L, el Director M.Nègre, interroga a A, M.de la Hourmerie, por el motivo de su presencia. Se trata de un acto que indica que L evalúa de forma negativa un aspecto de la imagen positiva de A, en forma de desaprobación o crítica por medio de la expresión heure inopinée. Lo que produce el aspecto irónico en este acto verbal es la unión de una expresión muy cortés l’avantage con la crítica directa y, por lo tanto descortés.
3- Voyons, mon cher! Voyons, mon cher! Vous n’allez pas vous fâcher, j’espère bien! (97)
Este acto verbal, de tipo social (Leech 1983), es de carácter conciliador. L, M.Nègre, se da cuenta de que ha ido demasiado lejos en sus exclamaciones habiendo cometido un ACI que da motivo a A, M.de la Hourmerie, para que se sienta mal (… il sentit qu’il avait été un peu loin) por lo que utiliza el recurso a la risa (forzada) (Il se mit à rire ) con la que pretende descongelar la situación, y fuerza a A a permanecer en el contexto situacional (… pour le forcer à se rasseoir, fit doucement violence à M.de la Hourmerie, lequel se levait, l’air pincé ). Igualmente recurre a un hipocorístico (mon cher ) junto a un imperativo (voyons ) que se suele utilizar como reproche, como llamada de atención o llamada al orden. La insistencia se expresa con la repetición. Y el deseo de conciliación con el verbo «espérer» y al adverbio «bien». L utiliza un ACI que daña su propia imagen positiva en una especie de admisión de culpa.
4- Honneur aux hommes de grand âge! Je tire mon chapeau à Homère, en la personne de M.Soupe, vénérable et digne … (106)
Esta réplica del personaje Lahrier dirigida a M.Soupe, se produce cuando aquél le sorprende lavándose los pies en una palangana que era para uso común, y le insulta indignado. Soupe protesta, y se queja ante lo que considera una falta de consideración hacia su persona, lo que motiva esta invocación irónica de Lahrier que va en contra de la necesidad de mantener la imagen positiva de A al indicar que a L no le importan los sentimientos o necesidades de A. Así pues, esta intervención irónica expresa que L evalúa de forma negativa la imagen positiva de A ridiculizándolo.
5- Vous voulez vous en aller? dit-il froidement au chef des Legs; eh! bien, mon cher, allez-vous-en, que voulez-vous que je vous dise? (…)
– (…) J’aurai donné à cette maison les trente plus belles années de ma vie pour en venir à ce résultat de me faire dire: «Prenez la porte».
– Pardon! rectifia M.Nègre: je ne vous dis pas: «Prenez la porte», je vous dis: «Vous pouvez la prendre». Ce n’est pas du tout la même chose. (120)
En este fragmento de intercambio conversacional entre M. de la Hourmerie y M.Nègre, aparece un interesante fenómeno de aclaración de la fuerza ilocutiva de la propia intervención por medio de la rectificación: je ne vous dis pas … je dis … identificando sus dos réplicas: vous voulez vous en aller? / allez-vous-en, que voulez-vous que je vous dise? = vous pouvez la prendre (la porte). Por medio de esta aclaración, L no se responsabiliza del despido de A, sino que por un inteligente ejercicio verbal le deja plena libertad de elección de actuación. No viola, por lo tanto, las normas de cortesía – en este caso se trataría de un acto que iría contra la imagen negativa de A puesto que predicaría que éste debería hacer algo y, al predicar este acto le coaccionaría -. En lugar de utilizar un acto competitivo, que entraría en conflicto con la cortesía, utiliza un acto en colaboración, que resulta por su naturaleza indiferente a la misma, no suponiendo desequilibrio entre coste y beneficio para los interlocutores.
6- Sacrédieu, monsieur, oui ou non, voulez-vous me permettre de placer un mot? (34)
L, M.de la Hourmerie, reivindica con esta réplica (blasfemia eufemística + vocativo de cortesía + disyuntiva + solicitud cortés) su derecho a la enunciación, porque A le estaba avasallando con su intervención. Por lo tanto, A, Lahrier, estaba realizando un acto de descortesía despreciando la imagen positiva de su interlocutor, sin importarle sus necesidades de expresión. Se trataba de una total falta de cooperación, y L con esta réplica se lo hace saber.
7- Saperlipopette! Laissez-moi donc placer un mot! Vous aurez toujours raison si vous êtes tout seul à parler! … Voyons … Je puis m’être trompé et avoir entendu une chose pour une autre. Qu’est-ce que vous avez dit au juste? (136)
En esta réplica competitiva se repite un fenómeno semejante: L, Soupe, reclama el derecho a la enunciación (Laissez-moi donc placer un mot! ), y lo justifica (Vous aurez toujours raison si vous êtes tout seul à parler! ).
8- C’est trop fort! cria le père Soupe, Monsieur Lahrier, vous êtes un galopin
– Et vous, dit Lahrier, vous êtes un vieux cochon.
– Malappris! grossier personnage!
– Ah! pas d’insolences, je vous prie. Je suis poli avec vous, moi.
– Poli!
A cette profession de foi extravagante, le pauvre homme, demeura sans armes (…) (105)
En este fragmento de una bronca – acto conflictivo, destructor de relaciones sociales – entre los dos funcionarios, se introduce una referencia a la utilización de los ACIs, en este caso actos en contra de la necesidad de mantener la imagen positiva de A (L expresa con ellos que evalúa de forma negativa un aspecto de la imagen positiva de A por medio de acusaciones e insultos recíprocos). Sin embargo, lo que interesa más en este intercambio es el paradójico rechazo de manera cortés (je vous prie) por parte del personaje Lahrier (más joven, y social y laboralmente por encima del otro) del ACI realizado por su interlocutor, alegando en una especie de extravagante (sic) declaración pública de principios que él no lo utiliza (je suis poli avec vous).
9- Pardon, interrompit Lahrier jouant à merveille la surprise, pourquoi me racontez-vous tout ça? Je m’en fous, moi.
– Eh! tonnerre de Dieu, jura le père Soupe hors de lui, si vous vous en foutez, pour parler votre langage, pourquoi donc me questionnez-vous? (135)
En este intercambio se observa un ACI por parte de Lahrier que indica que no le importa, o le es indiferente, la imagen positiva de Soupe. Lo cual se traduce por una falta de cooperación en una determinada actividad, la de prestar atención e interesarse por las cuestiones que afectan a A (je m’en fous, moi). Esta indiferencia exaspera al personaje, que responde lanzando una blasfamia, y se produce un fenómeno de mención (pour parler votre langage) que podría significar el rechazo – por no ser cortés – del lenguaje utilizado por el interlocutor, además de un cuestionamiento de la actuación verbal de éste (pourquoi me questionnez-vous?)
10- C’est ça, dit Lahrier, cavalez! je vous ai assez vu, mon bon. Tenez, voilà votre chapeau.
Lui-même, il le coiffa
– Au plaisir de vous revoir (108)
Esta intervención conflictiva de Lahrier impone un ACI contra la imagen negativa de su interlocutor, el viejo Soupe, que predica que tiene que hacer una acción, marcharse, utilizando una expresión despreciativa en forma imperativa, y en un registro de lengua popular (cavalez). Al mismo tiempo, evalúa de forma negativa la imagen positiva de Soupe por medio del desprecio hacia su persona (je vous ai assez vu), reforzándolo con la expresión mon bon..
En lo que se refiere a la oposición cortesía/descortesía, primero le alcanza el sombrero con el fin de acelerar la despedida, pero en lugar de realizar un acto verbal, ejecuta una acción que invade plenamente el territorio del yo (imagen negativa de A) al ponerle él mismo el sombrero. Finalmente, utiliza una fórmula de despedida sumamente cortés cuyo contenido proposicional se opone a la expresión anterior que indica que no desea su presencia.
11- Eh! bien … Quand vous resterez là une heure à faire des yeux en as de pique?
– As de pique vous-même, malappris! (…) Vous m’avez dit: «Ce petit somme …»
– Je ne l’ai pas dit, encore une fois!
– Si, vous l’avez dit.
– Non.
– Si!
– Zut! Vous m’embêtez à la fin! Vraiment on n’a pas idée de ça! Vouloir me persuader que j’ai dit une chose quand je n’ai même pas ouvert la bouche, et me ficher des démentis parce que je rétablis les faits! … Vous avez de la chance d’être une vieille bête, ce qui fait que je vous respecte; sans ça, vous verriez un peu! … Je vous apprendrais les convenances, moi.
(…)
– Mon Dieu, ne vous emportez pas, fit-il, la voix baissée de deux tons. C’est-y drôle qu’on ne puisse pas discuter avec vous sans que vous vous mettiez en colère.
– Je n’admets pas, dit Lahrier, qu’on m’insulte.
– Qui songe à vous insulter?
– Et puis vous, pas plus que les autres.
– D’accord. Cependant …
– C’est bien simple, du reste: le premier qui me manquera d’égards, je le châtierai vertement, sans distinction d’âge ni de sexe. (135-136)
En este intercambio se pueden distinguir varios tipos de ACIs. Lahrier discrepa del viejo funcionario que le reprocha haber dicho algo que Lahrier niega. Existe pues un desacuerdo que se traduce en un acto que indica que L evalúa de forma negativa un aspecto de la imagen positiva de A, puesto que considera que está equivocado, y que está siendo poco razonable con respecto a algún asunto.
En segundo lugar utiliza un insulto como justificación de consideración y respeto (vous avez de la chance d’être une vieille bête, ce qui fait que je vous respecte; sans ça vous verriez un peu!) con lo cual se utiliza un acto que indica que L evalúa de forma negativa algún aspecto de la imagen positiva de A.
Existe igualmente un rechazo por parte de Lahrier de un ataque verbal contra él (je n’admets pas qu’on m’insulte), acto competitivo que indica que L evalúa de forma negativa un aspecto de la imagen positiva de A al desaprobar su actuación. Y posteriormente realiza una amenaza explícita, ACI que predica que un acto no debe ser realizado, por lo que le coacciona.
III – A modo de conclusión
Hemos visto que el intercambio L-A refleja ciertas actitudes emocionales que lograrán seguramente un determinado objetivo, por lo que un uso adecuado de los recursos lingüísticos constituirá un elemento determinante para el éxito del objetivo perseguido. Dicha adecuación se refiere igualmente a la categoría y al papel social del alocutario. En ocasiones, la comunicación obedece a una falta de control de las emociones expresando incontroladamente el descontento, el enfado, la diferencia de opinión, etc. con lo que se rompe el equilibrio interactivo L-A y se destruyen las (buenas) relaciones sociales entre ellos. Los actos descorteses prototípicos son precisamente los que reflejan esta pérdida de control emocional, aunque se consideran igualmente descorteses aquellos actos, controlados, que implican un coste para A (e.g.»ordenar» sin utilización de recursos lingüísticos compensatorios). Los actos competitivos, como hemos visto, entran en conflicto con la cortesía, y utilizados sin discernimiento pueden resultar muy descorteses. Los conflictivos, evidentemente, al estar dirigidos contra el mantenimiento de la relación interpersonal entre los interlocutores aumentan la distancia entre éstos, y destruyen las buenas relaciones sociales. Sin embargo, ciertos actos sociales, que suponen teóricamente un beneficio para A y un coste para L, pueden implicar igualmente descortesía si no están hechos de buena fe. La descortesía podrá dañar, como hemos visto, tanto la imagen negativa como la positiva de A, pero al mismo tiempo dejará en mal lugar a L tanto si es consciente o no de su uso inadecuado del lenguaje. Los ejemplos analizados ponen de manifiesto cómo se pueden interrelacionar en un intercambio lingüístico las expresiones corteses con las descorteses. La elección de la forma lingüística por parte de L estará determinada en cada caso por su apreciación de la responsabilidad que tiene hacia A y por los factores contextuales.
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