Lenguaje y cogniciones

PRIMER CONGRESO NACIONAL

DE LINGÜÍSTICA CLÍNICA


Valencia, 7-9 de noviembre de 2006

www.uv.es/perla

Beatriz Gallardo,

Carlos Hernández

Verónica Moreno (Eds.)


Lingüística clínica y neuropsicología cognitiva.

Actas del Primer Congreso Nacional

de Lingüística Clínica

Valencia: Universitat. ISBN: 84-370-6576-3


A.Emma SOPEÑA BALORDI


«Lenguaje y cogniciones: del cambio lingüístico al cambio comportamental», vol.3, pp. 153-166



Lenguaje y cogniciones:
del cambio lingüístico al cambio comportamental.


A.Emma Sopeña Balordi
Universitat de València
Dep.Filologia Francesa i Italiana


I El valor de la palabra en los modelos de psicoterapia.


Una gran parte de las diferentes corrientes seguidas en la actualidad en psicoterapia abogan por el eclecticismo en sus  métodos. La enorme cantidad de enfoques psicoterapéuticos  conduce a una orientación integradora que utiliza aquellas características idóneas de cada escuela para cada caso. La idea es que uniendo dos o más enfoques conceptuales adecuados se puede conseguir un mayor beneficio en la terapia. Ciertamente toda psicoterapia que no tenga en cuenta las diferencias de personalidad del paciente/cliente está condenada a reducir su efectividad o en último extremo a no alcanzar el éxito esperado.
Por ejemplo, la terapia como integración teórica intenta integrar los elementos conceptuales y las técnicas de las escuelas. Por su parte, la terapia de integración técnica busca la adecuada selección de procedimientos terapéuticos efectivos de las distintas escuelas, independientemente de su marco teórico. El modelo integrativo de Beutler propone un eclecticismo técnico ya que dependiendo de ciertas características de personalidad del paciente, se seleccionan distintos tipos de psicoterapia : directivas y centradas en el conflicto, directivas y centradas en el síntoma, no directivas y centradas en el conflicto y no directivas y centradas en el síntoma.
El estudio del valor que la palabra del cliente adquiere en los diferentes modelos psicoterapéuticos nos ha llevado a profundizar en el modelo cognitivo, objeto de nuestro estudio, sin embargo revisaremos las características esenciales de los principales modelos de psicoterapia: psicodinámicos, humanistas – experienciales, cognitivos-conductuales y sistémicos.


1. Modelos psicodinámicos


Tienen su máximo exponente en el psicoanálisis y destacan la importancia del conflicto intrapsíquico inconsciente. El psicoanalista fomenta la asociación libre del paciente por medio de la expresión de sus deseos, sentimientos, miedos, etc. Pero los pacientes no encuentran normalmente sencillo realizar este trabajo de asociación libre por encontrarse sujetos al llamado fenómeno de resistencia (maniobras defensivas).
La primera escuela psicológica es el psicoanálisis de S.Freud y la segunda la psicología individual de A.Adler. Este último es quien más anticipó la psicoterapia cognitiva ya que estudia la relevancia de los significados, las creencias personales.
Existen escuelas menos retrospectivas e introspectivas, como la que se deriva de la fenomenología, que desarrolla el concepto de la estructura fundamental del significado para referirse a la tendencia a percibir significados en los hechos y trascenderlos. En esta línea se encuentra también la logoterapia de V.Frankl. Su aporte a la psiquiatría fue firmado con el sello de su propia experiencia en el campo de concentración de Auschwitz donde sólo su logoactitud, o sea su postura ante la vida, su respuesta ante las adversidades que le tocaron vivir, hizo que esa experiencia traumática se convierta en una ocasión de aprendizaje y de crecimiento como persona. La logoterapia no invalida los profundos e importantes hallazgos de pioneros de la talla de Freud, Adler, Pavlov, Watson o Skinner, dentro de sus respectivas dimensiones. Frankl aclara que tampoco la logoterapia es una panacea que puede abordar toda situación, y por eso permanece abierta a la cooperación con otros métodos psicoterapéuticos así como a su propia evolución. La logoterapia mira más bien al futuro es decir a los cometidos y sentidos que el paciente tiene que realizar en el futuro. Al aplicar la logoterapia, la persona ha de enfrentarse con el sentido de su propia vida para a continuación rectificar la orientación de su conducta en pos de tal sentido. Lo obvio en logoterapia es la capacidad de autotrascendencia – capacidad de renuncia por algo o por alguien -, y autodistanciamiento – capacidad que posee el hombre de poder objetivar y distanciarse del síntoma y de las situaciones conflictivas que se le presentan -. En un tratamiento psicoanalítico el pasado se actualiza, se recompone, y así es posible intervenir para dejar de sufrirlo como olvido. En una sesión, lo dicho, las palabras, son escuchadas adquiriendo un valor diferente, o perdiendo el que tenían. No todo lo que decimos dice. Hay palabras que portan una verdad, como refugio de la vida que se vive, que dicen aun sin querer. Y hay palabras vacías, huidizas, que se usan para comunicarse sin decir nada sobre el que las pronuncia. Para un psicoanalista se trata de dar la palabra al paciente, y que éste se comprometa con lo dicho, que sea así responsable de su decir subjetivo. El acto del psicoanalista es su intervención, que la mayoría de las veces se confunde con demandas paternalistas, no ordenarle o indicarle lo que debe hacer. Para el psicoanálisis el lenguaje consiste en lo particular, en lo pluridimensional, donde por detrás de lo que se quiere decir se dice otra cosa.


2. Modelos Humanistas-experienciales


La psicología humanista es, además de una corriente de psicología y de psicoterapia, una filosofía de la vida que sitúa al ser humano y a la naturaleza como un todo armónico y coherente. Su diferencia con las escuelas del psicoanálisis y del conductismo    es que posee una visión holística, integradora de las distintas áreas del ser humano (intelectual, emocional, corporal y espiritual), en clara oposición a la visión dicotómica mente-cuerpo de otras disciplinas. Además, este modelo considera al hombre como dotado de todas las potencialidades necesarias para su completo desarrollo – constructor activo de su experiencia -, frente a otras consideraciones teóricas que presentan al hombre como un ente incompleto, víctima de sus instintos, de sus emociones. Tal y como lo hace el cognitivismo, considera el síntoma como la manifestación externa de un conflicto interno – procesos disfuncionales de tipo cognitivo de relación del ser humano consigo mismo-, pero la psicología humanista no pretende eliminarlo sino comprender su significado: el síntoma es una ayuda para resolver el problema, por lo cual no se trata de acallar ese mensaje sino de descifrarlo. El acercamiento que propone entre terapeuta y paciente, ya desde C. Rogers, rompe la distancia entre ambos.
La diferencia de esta corriente humanista con la cognitiva-conductual estriba en que concibe el fallo de estrategia disfuncional no como un fallo perceptivo o distorsión cognitiva sino como incapacidad de darse cuenta de la errónea percepción del encuentro fallido con la situación problemática y su consiguiente corrección. Se trata pues de un desarrollo improductivo de la relación con uno mismo por una manera improductiva de afrontar los problemas. La corriente cognitiva-conductual pretende cambiar los esquemas cognitivos, sin embargo la corriente humanista considera que en ocasiones cambios periféricos son suficientes para conseguir cambios relevantes.
Los modelos parten de la idea de que en el ser humano existen bloqueos que impiden el impulso hacia su crecimiento (la tendencia actualizante) debidos a experiencias de desaprobación en la vida pasada. El reconocimiento integral y experiencial del individuo supone un trabajo sobre los sentimientos, con el fin de modificar el concepto distorsionado de uno mismo producido por valoraciones impuestas por el entorno. La terapia intenta corregir estas valoraciones externas provocadoras de sentimientos reprimidos que deberán ser verbalizados pero sin dirigir al paciente por criterios preestablecidos. La modalidad gestáltica no excluye otras terapias.
El enfoque gestáltico propone soluciones para eliminar el malestar producido por los deseos y necesidades no reconocidos y reprimidos, integrando la parte del individuo que se ha quedado ajena a la totalidad. La mente es activa y busca significados. En el proceso de la percepción se encuentran elementos sensoriales que se organizan en un significado, y la mente crea una experiencia unitaria. El material aportado en la terapia procede de la verbalización de sensaciones, sentimientos, sueños, etc. recurriendo a conversaciones, dramatizaciones, etc. Antepone la espontaneidad al control, la vivencia a la evitación de lo molesto y doloroso, el sentir a la racionalización. La premisa fundamental es el qué y el cómo no el por qué: sólo cuando la persona se da cuenta de lo que hace y cómo lo hace podrá cambiar su conducta.


3. Modelos cognitivo-conductuales


El conductismo radical, la primera corriente cronológica, parte con Skinner de la idea del condicionamiento operante,  que determina la conducta manifiesta de los individuos así como los procesos cognitivos y lingüísticos. Skinner estudia el lenguaje como conducta instrumental. Los conductistas, en la actualidad, se centran en el análisis funcional del lenguaje.
Los modelos cognitivos tienen exponentes en épocas tempranas. G.Nelly expone ya que el ser humano se representa el mundo a través de categorías cognitivas, lo que llamó constructos personales que se utilizan para categorizar los acontecimientos. Desde este adelantado punto de vista, la psicoterapia consiste en revisar esos constructos disfuncionales con el fin de crear otros nuevos más funcionales.
Pero la psicología cognitiva se originó como disciplina de la psicología experimental y de la psicología evolutiva. J.Piaget, por ejemplo, se dedicó casi por entero al estudio del desarrollo cognitivo.
Los fundadores de la psicoterapia cognitiva son A.Ellis y A.Beck.
Menos mecanicistas que las teorías conductistas, sus terapias cognitivas se basan en el convencimiento de que una gran parte de los problemas psicológicos que se pueden resolver en terapia se producen por distorsiones cognitivas que provocan las creencias irracionales arraigadas en las mentes, sobre todo a nivel inconsciente. Por medio de la verbalización de los problemas que aquejan al paciente (cliente, como se prefiere decir en estos tipos de terapia), el terapeuta comprenderá los significados disfuncionales e intentará modificarlos con el fin de poder modificar las conductas y los sentimientos. El aprendizaje será inicialmente cognitivo y utilizará posteriormente técnicas conductuales. Las técnicas empleadas son eclécticas, aunque siempre centradas en el proceso cognitivo y en la verbalización de las cogniciones. La modificación de las conductas utiliza prioritariamente técnicas de verificación experiencial y debate racional de creencias. El concepto de estructura cognitiva – estructura de las experiencias del ser humano que determina los sentimientos y la conducta – recibe el nombre de esquemas cognitivos o patrones cognitivos, organización conceptual consciente e inconsciente que se activa sobre todo ante determinados acontecimientos produciendo distorsiones cognitivas (procesamiento cognitivo de la información distorsionado) y cogniciones automáticas. Posteriormente volveremos sobre los repertorios de estas distorsiones.
La terapia constructivista aparece como una alternativa a la cognitiva de Ellis y Beck, y se opone al concepto de realidad fuera de la dimensión subjetiva. Para el constructivismo este concepto además de ser subjetivo se ha creado por medio de circunstancias histórico-culturales y se rige por reglas que actúan de manera inconsciente. Por medio de la terapia se analizan los guiones a través de los cuales se filtra la experiencia.
Para el constructivismo, los seres humanos se rigen por guiones de construcción tácitos de su experiencia, que comienzan a actuar en épocas muy tempranas del desarrollo personal. Consideran que el concepto de realidad es una construcción histórico-cultural impuesta por las fuerzas de poder de la sociedad. Se opone al cognitivismo en el sentido de que esta corriente considera que existe una verdad, una realidad externa y que cuando la representación de la realidad de un ser humano no se ajusta a esa realidad externa se la considera distorsionada.
Las terapias constructivistas intentan que el cliente elabore guiones alternativos por medio de métodos exploratorios y no centrados en el cambio – como los cognitivo-conductuales – porque consideran que imponer el cambio es imponer las propias construcciones de la realidad del terapeuta.


4. Modelos sistémicos


Las terapias sistémicas consideran que la conducta de un miembro de un grupo no puede ser entendida separadamente de la del resto de los miembros de ese grupo. Tiene, por lo tanto, escasa aplicación en la terapia individual. Las intervenciones sistémicas no pretenden modificar directamente las conductas problemáticas, sino los parámetros de los cuales dicha conducta disfuncional es parte integrante.
Existen numerosas escuelas de psicoterapia sistémica de las cuales las más representativas son la interaccional (Palo Alto, California), la estructural-estratégica y la Escuela de Milán. Sus técnicas más características son la reformulación, la búsqueda de alternativas, el uso de analogías entre otras. El paciente externaliza el problema empleando el lenguaje, el terapeuta pregunta sobre el futuro, rastrea el problema y utiliza todo tipo de preguntas conversacionales. Tampoco este modelo excluye otras terapias, planteamientos humanistas, enfoques conductuales y cognitivos.


5. Modelos constructivistas


El fundador de esta corriente, G.Kelly (1955), cuestiona, como sus representantes más destacados, V.F. Guidano y M.J.Mahoney, la autenticidad de lo que venimos en llamar «realidad» ya que según estos especialistas el ser humano construye continuamente su propia realidad en forma de constructos o representaciones cognitivas organizadas de la experiencia con el fin de utilizarlos para manejar las experiencias que van surgiendo en la vida. El cognitivismo, como hemos visto, defiende la existencia de un sistema racional cognitivo que se opone al irracional, es decir que mantienen el principio de realidad como forma de verificar los pensamientos y conductas procedentes de un sistema que se califica de irracional. Precisamente lo que defienden los constructivistas es que ese principio de realidad es personal, una construcción personal dependiente del sujeto, y que lo real es inaprehensible e incognoscible, independientemente del sujeto inmerso en «su» realidad influenciada e incluso determinada por el entorno familiar y social.
En lo que sí concuerdan el cognitivismo y el constructivismo es en que los esquemas o constructos demasiado rígidos impiden que el sujeto se desenvuelva de manera satisfactoria en sus circunstancias vitales, revisando de manera adecuada sus experiencias. La psicoterapia cognitiva y constructivista intentará detectar y modificar los significados personales – constructos – que hacen vulnerable al ser humano.


II. El análisis de las estructuras de significado


El concepto que aglutina las escuelas cognitivas – orientación de predilección para nosotros – es el de estructura de significado. Para el conductismo, el determinante de la conducta es esencialmente ambiental: el ser humano aprende las relaciones que se crean entre la conducta y las contingencias ambientales, por lo cual la cognición se constituye en un repertorio conductual mediatizado por dichas contingencias. Pero esto no fue más que el inicio del conductismo ya que, posteriormente, el cognitivismo fue impregnando esta escuela, y el ser humano se constituía en copartícipe de su conducta. Por lo tanto, el cambio cognitivo y emocional podrá modificar la conducta. Ya dentro de la línea cognitiva se mantiene así que la percepción y la estructura de la experiencia – esquemas o supuestos personales – determinan los sentimientos y las conductas. Esta visión de las creencias básicas se hallaba ya en Piaget (1951) y más tarde en Kelly (1955) con el término de constructos personales o en Mandler (1975) con el de estructuras mentales. El elemento común a estas teorías es que el ser humano se representa, codifica y conceptualiza la experiencia a partir de sus precondiciones biológicas y su aprendizaje construyéndose sus estructuras cognitivas, sus estructuras de significado.
Las categorías empleadas por el individuo para representarse la experiencia fueron ya estudiadas por Skinner (1935)con el término de Generalización de estímulos y por Piaget (1936) con Esquemas de generalización por asimilación. Kelly las denomina, como hemos apuntado, constructos (1955, 1966).
Puesto que el individuo desarrolla sus patrones de percepción y conducta basándose en su experiencia relacionante con el mundo – experiencia adquirida por el aprendizaje – se pueden producir disfunciones en esta representación del significado porque discrimine inadecuadamente la percepción del evento, y que lo categorice también de manera inadecuada – por ejemplo por medio de una generalización -.
Respecto a los contenidos de las estructuras de significado, en la literatura de Chomsky (1980) se encuentra bajo el término de Representaciones mentales y en Beck (1976) de Reglas o asunciones. Las disfunciones de los contenidos se generan por premisas inflexibles y extremadas. El mismo Beck (1976) ofrece el siguiente ejemplo de evento valorado de manera errónea:
Premisa mayor: «Sin amor no valgo nada» (asunción básica)
Premisa menor: «X no me quiere» (evento valorado)
Conclusión: «Yo no valgo nada» (conclusión depresógena).
Finalmente en lo que se refiere al significado afectivo – actitudes, sentimientos y motivación ante la experiencia -, según la teoría de Beck (1976) la respuesta emocional está en proporción directa con el grado de vinculación personal existente con el evento. Ante éste, las respuestas conductuales y emotivas depresivas se relacionan con una valoración de pérdida, las ansiógenas con valoraciones de amenaza y las de ira con valoraciones de injusticia.


III. Procesos de cambio de las estructuras cognitivas


El fenómeno de la cognición tiende a clasificar y dar significado a la experiencia: los individuos construyen los significados a través de su experiencia mediante reglas de abstracción que generan patrones de clasificación. Ello le permite repetir el mismo esquema de conocimiento o significado en una multiplicidad de experiencias. Si cada vez el individuo tuviera que crear nuevos patrones de significado no podría desenvolverse de manera ágil en su entorno. Es decir que esto supone una manera de agilizar la atribución de significados y la conducta consiguiente. El esquema cognitivo selecciona la información que ha almacenado con el fin de confirmar los patrones conocidos y comprobar si se adaptan o no a la circunstancia mediante un proceso tácito o inconsciente. Otro nivel más consciente busca los contrastes entre las experiencias. La adaptación (Piaget, 1971, 1975)consiste en el desarrollo del proceso de asimilación – amoldar los eventos al esquema cognitivo – y de acomodación – cambio de esquemas ante las demandas de nuevos acontecimientos -. La adaptación por asimilación y acomodación son sendos procesos cognitivos que permiten pasar de las estructuras profundas – esquemas – a las superficiales – eventos cognitivos: pensamientos -.
Un cambio de las estructuras cognitivas requerirá una conceptualización del proceso que ha llevado al problema psicológico – entrenamiento para ser un buen autoobservador de los pensamientos y de la propia conducta -, una redefinición del problema – en términos de relación pensamiento-afecto-conducta, modificando los círculos viciosos que mantienen el problema con el fin de hacerse menos vulnerable a los acontecimientos -, creación de pensamientos alternativos – que, a su vez, conducirán a conductas alternativas -. Todo ello tendrá como consecuencia el cambio de estructuras cognitivas o creencias tácitas sobre sí mismo y sobre el mundo.
Los problemas que impiden un comportamiento adecuado, base de una situación de bienestar, son, según Beck (1976): las atribuciones inadecuadas – atribuciones causales erróneas -, las autoevaluaciones inadecuadas, las expectativas irrealistas – predicciones  erróneas -, las conductas inadaptadas para la resolución de problemas -, las creencias tácitas – supuestos personales que conceptualizan la realidad -.

IV. Alternativas cognitivas a los constructor personales


No atenderemos a las estrategias conductuales limitándonos en nuestro trabajo a las estrategias cognitivas que son las que están vinculadas al trabajo lingüístico. Para ello, hemos elegido las que la psicoterapia cognitiva estima más pertinentes.
La realización de este tipo de estrategias pasará por la adecuada comprensión de la relación existente en la triada pensamiento-afecto-conducta. Una encrucijada de la cual es difícil salir si no se tienen las herramientas apropiadas. En efecto, los pensamientos automáticos, estructuras de pensamiento inconscientes, influyen en los afectos y éstos en las conductas, pero un determinado hábito conductual reforzará los pensamientos enraizados en el inconsciente y, a su vez, determinará los afectos.
El primer paso será la distinción entre pensamiento y situación. La utilización de una misma situación puede servir como ejemplo para comprobar diferentes tipos de pensamiento que aquélla puede provocar atendiendo a la representación que el sujeto se haga de la misma. Esta comprobación lleva a concluir que la diferencia entre emoción y sentimiento se halla en el pensamiento puesto que la realidad sigue siendo la misma, y éste condicionará además el comportamiento.
El segundo paso, una vez clarificada la distinción anterior, consiste en la identificación de lo que esta corriente denomina distorsiones cognitivas, formadas en muchas ocasiones, como explicamos en el presente trabajo, por pensamientos automáticos relacionados con estados emocionales como la depresión, la ira o la euforia. Estas distorsiones forman versiones subjetivas de las situaciones, que provocan falsas interpretaciones.
Los pensamientos automáticos – que surgen involuntariamente en ocasiones muy concretas – presentan las siguientes características lingüísticas:
– enunciados escuetos en forma de palabras clave
(no puedo aguantar esto / todos los que dicen eso son unos cretinos)
– actos verbales con verbos de obligación y mandato en forma de exigencias intolerantes hacia la propia persona y/o los demás (debo hacerlo / tiene que hacerlo)
– anticipan problemas, suponen tragedias y su contenido es fuertemente hiperbólico (seguro que ocurre este desastre/ tendrá un accidente / ¿y si le pasa esto?)
– se presentan en forma polarizada por medio de una selección lexical que sólo contempla los extremos, sin modalizaciones (soy/es un incompetente / es nefasto )
– comportan una carga fuertemente sobregeneralizadora (siempre me pasa lo mismo / todos están contra mí)
– tienden a la etiquetación globalizante por medio sobre todo del atributivo «ser» (es un idiota / está loco)
– utilizan el campo semántico de la culpa atribuyendo la responsabilidad de los acontecimientos totalmente a uno mismo o a los demás (es mi/su culpa / es culpa de ..)
Los pensamientos automáticos – provocadores en gran medida de las distorsiones cognitivas – conducen a los individuos a adoptar un filtro para todas las situaciones, sin matices, y, al no ser pensamientos racionales ni reflexivos, no se contrastan con la realidad, y son creídos  como dogmas. Se trata, por lo tanto, de creencias aprendidas procedentes de épocas anteriores, en ocasiones cuando no se dispone de capacidad racional de análisis, por lo que son interiorizadas con gran facilidad y almacenadas en la memoria para ser utilizadas en cualquier situación. Se anticipan al pensamiento racional y, es más, interpretan el pensamiento de los demás por medio de mecanismos proyectivos. Son en su mayor parte fruto de lo que se denomina razonamiento emocional, que conduce a creer que lo que se siente es necesariamente lo auténtico: las emociones son tomadas como hechos objetivos e incuestionables, y no como meras interpretaciones de los hechos.
La modificación de los síntomas objetivos supone el tratamiento de los componentes no sólo cognitivos sino afectivos, motivacionales, conductuales e incluso fisiológicos que conforman el síndrome: interrelaciones entre cogniciones-afectos-conductas (factores sintomáticos), y supuestos personales (factores subyacentes).
El tercer paso consiste en crear pensamientos alternativos adaptativos para hacer frente a los pensamientos automáticos generadores de distorsiones cognitivas.
Uno de los métodos más rentables, y de más larga tradición, es el que se centra en las preguntas empíricas. El cliente, inmerso en problemas conductuales, provocados por el influjo de los pensamientos automáticos, no pone éstos en tela de juicio ya que suelen producirse de manera instantánea antes de cualquier reflexión.
El trabajo consiste en pedirle pruebas de esos supuestos personales («¿Cómo ha llegado a esa conclusión?», «¿Qué le induce a pensar eso?», ¿Cómo puede estar seguro de lo que afirma?», «¿Con qué datos contrastables cuenta para llegar a esa conclusión?»). Estas preguntas pueden conducir, en primer lugar, al análisis de las consecuencias del mantenimiento de tales supuestos («¿Qué posibilidades existen de que lo que asevera sea cierto?», «En el caso de que sí lo sea, ¿no podría hacerse algo para remediarlo?»; y en segundo lugar a la comprobación de la gravedad de las predicciones negativas de tales afirmaciones no basadas en datos contrastables («¿A qué le conduce el mantenimiento de sus creencias en la actualidad?», «¿Le suponen alguna ayuda en su vida actual esas creencias?»).
Tras esta petición de reflexión sobre los supuestos negativos personales se intenta que el cliente cree él mismo alternativas interpretativas («¿Podría haber otra interpretación de los hechos?», «Se podría contemplar la situación desde otro punto de vista?»).
En el caso de duda sobre el significado que para el cliente tiene una palabra conviene recurrir a la conceptualización de pensamientos o supuestos vagos en su formulación («Cuando dice X, ¿qué quiere expresar exactamente?», «¿Qué entiende por X?», «¿Podría decirlo de otra manera más concreta?»)
Según Beck (1979), las distorsiones cognitivas que se deducen tras el trabajo del cuestionamiento empírico proceden de:
– inferencias arbitrarias: llegan a conclusiones sin evidencias suficientes que las apoyen y legitimen, siendo incluso contrarias a tales conclusiones.
– sobregeneralizaciones: las conclusiones son de orden generalizante pero se aplican a hechos particulares.
– abstracciones selectivas: centradas tan sólo en un detalle de la situación ignorando cualquier otro aspecto de ésta, llegándose a conclusiones generales a partir del detalle.
– maximizaciones y minimizaciones: se centran en los errores y deficiencias personales sin tomar en cuenta los aciertos y habilidades personales.
– personalizaciones: relacionan los acontecimientos externos evaluados negativamente con la propia situación sin que existan evidencias suficientes.
– pensamientos dicotómicos o polarizaciones: clasifican las experiencias en términos extremistas sin contemplar categorías intermedias.
La organización de estas taxonomías distorsionantes va a resultar de gran utilidad para el establecimiento de alternativas cognitivas ante las dificultades inevitables de la existencia. Un estado emocional intenso unido a un pensamiento automático inadecuado provoca una conducta desfavorecedora; una interpretación alternativa de la misma realidad tendrá como consecuencia una nueva perspectiva, otra conducta favorecedora.
Veamos un ejemplo de cada una de estas distorsiones con el fin de sugerir otra representación.
– inferencia arbitraria:
hecho: una persona no escribe o llama desde hace tiempo
conclusión: se ha desinteresado de mí
hipótesis alternativas: está muy ocupada, está realizando un viaje, tiene problemas familiares o de trabajo, se encuenta enferma, etc.
– sobregeneralización:
hecho: un amigo ha olvidado un encargo que le hice
conclusión: siempre se olvida de lo que le pido
hipótesis alternativas: tenía mucho trabajo y preocupaciones, hace tiempo que se lo pedí y no se lo recordé, etc.
– abstracción selectiva:
hecho: ha habido un incidente dialéctico en una cena de  colegas
conclusión: la cena ha sido un fiasco
hipótesis alternativa: es cierto que ha habido un enfrentamiento en un momento de la cena, pero el resto de la velada ha sido agradable y el incidente ha servido para conocernos mejor
– maximalización / minimalización:
hecho: la secretaria ha cometido un error en unos informes
conclusión: su trabajo es deficiente
hipótesis alternativa: en estos momentos, el volumen de trabajo es grande, es normal cometer un error, hay que tener en cuenta todo el trabajo que ha realizado de manera adecuada
– personalización:
hecho: hay una reprimenda general en la empresa
conclusión: menuda bronca me han dado, yo no tengo por qué pagar los platos rotos de todos
hipótesis alternativa: tal vez mi trabajo no esté del todo mal hecho, y en vez de llamar la atención de manera personal a alguien lo han hecho de manera general para que todos nos esmeremos más
– polarización:
hecho: mi hijo ha olvidado sus libros en el colegio
conclusión: es un zángano
hipótesis alternativa: es verdad que es un despistado, pero con paciencia puede llegar a cambiar esa tendencia, hay que buscar un método para que él mismo se acuerde de sus cosas.
Estas alternativas, además de evitar que las personas vivan en un continuo malestar, favorecen el cambio comportamental en sucesivas ocasiones. El ejercicio cognitivo de buscar maneras diferentes de representarse la realidad, basado en una dialéctica interna, abre la mente al conocimiento del mundo y de los demás, evita el creerse el centro de todo, el victimismo y el extremismo.
¿La realidad es una o una pluralidad de posibilidades? Esta cuestión no ha sido nunca resuelta por la filosofía ni por la psicología, y dudamos mucho de que algún día pueda dilucidarse.
Mientras tanto el entrenamiento a la apertura de la mente, de la visión del mundo y de nuestro entorno nos facilitará la existencia y nos acomodará a la vida con nuestros semejantes.


Referencias


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